Exposición vs. integración. Estos dos conceptos resumen un antes y un después en la relación de las marcas con el consumidor. Hace unos años, mostrarse era suficiente para que el cliente acabase adquiriendo un determinado artículo o servicio. A día de hoy, este panorama ha cambiado y darse a conocer ya no basta en un mundo de usuarios más y mejor informados, globalizados e hiperconectados. La obtención de ingresos sigue siendo el objetivo de toda entidad empresarial, pero el modo de conseguir este reto ha cambiado. Así, en estos momentos las estrategias de mercadotecnia tienen nuevas áreas de especialización como son el marketing de contenidos -incluye la contratación de redactores freelance o contenido para blog, el empleo de herramientas SEO o la posibilidad de comprar contenido- y el marketing de experiencias.
También conocido como sensorial, experiencial o vivencial, este último tipo de marketing apela a los sentidos del consumidor. Es decir, es un paso adelante en el proceso de conexión entre las marcas y sus públicos en el que se busca crear vivencias que queden marcadas en la memoria del cliente, es decir, enamorarlo. Frente al importante desembolso económico que suelen suponer las acciones de comunicación tradicionales, esta nueva estrategia de persuasión tiene en la imaginación, la creatividad y la conexión real con los usuarios sus principales activos.
Este nuevo enfoque del marketing, más cualitativo que cuantitativo y propio del siglo XXI, se entiende además como un vehículo que circula hacia la consecución de un impacto relevante en los clientes, de modo que las marcas se asocien a determinadas experiencias y sean eficazmente percibidas.
En definitiva, esta estrategia que ya han implementado los hoteles Ritz-Carlton, Nestlé o Google tiene en el aporte de valor añadido y en la posibilidad de despertar los sentidos del público su razón de ser. Un ejemplo: ¿algo mejor que papel mojado para concienciar sobre los efectos de las inundaciones?
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